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En 1994, Adalgisa Soares Alves y su esposo recibieron con ilusión la noticia de que serían padres. Sin embargo, durante el embarazo, Adalgisa contrajo rubéola, lo que comprometió gravemente la salud de su bebé.
Los médicos diagnosticaron a la niña con hidrocefalia congénita, una condición en la que el exceso de líquido en el cerebro provoca un agrandamiento anormal del cráneo y serias complicaciones neurológicas.
Los especialistas fueron contundentes: el bebé no viviría más de tres meses.
Pero, desafiando todas las probabilidades, Graziely, como fue llamada, no solo sobrevivió, sino que este año cumplió 30 años, gracias al incansable amor y cuidado de su madre.
"Un amor más fuerte que el diagnóstico"
Adalgisa ha dedicado su vida por completo a su hija, quien no puede ver, caminar ni hablar debido a su condición. Sin embargo, asegura que Graziely percibe su entorno:
"Cuando le hablamos, ella sonríe. Aunque los médicos digan que no entiende, yo sé que sí lo hace", expresó al DailyMail.
Aunque recibe apoyo gubernamental, la situación económica es complicada. Adalgisa lanzó una campaña de donaciones a través de las redes sociales para cubrir los gastos básicos, como pañales y alimentos.
A pesar de las adversidades, la madre asegura: "Soy feliz cuidándola. Es gratificante verla sonreír, y nunca pierdo la fe".
Impacto de la rubéola en la salud de Graziely
La rubéola durante el embarazo es una de las principales causas del síndrome de rubéola congénita (SRC), según la Organización Mundial de la Salud.
Esta condición puede causar discapacidad visual y auditiva, problemas cardíacos y otras complicaciones graves, como las que enfrenta Graziely.
A lo largo de los años, su historia se ha hecho viral en redes sociales, tocando el corazón de muchas personas que destacan la dedicación de su madre. Adalgisa describe a Graziely como "una fuente de energía positiva y paz" para quienes la visitan.
Una vida marcada por la fe y la esperanza
A pesar de los desafíos diarios, Adalgisa mantiene una actitud de esperanza y gratitud: "Siempre pongo a Dios por encima de todo. Oro mucho, y eso me da la fuerza para seguir adelante".
Hoy, Graziely mide un metro, pesa 69 kilogramos y continúa siendo el centro del amor de su familia. Su historia es un recordatorio del poder del amor maternal y de la capacidad de la fe para superar las circunstancias más difíciles.
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