En un clima de dolor y consternación, los restos mortales de Rosa María Polanco fueron velados en el sector Cristo Rey, en Santo Domingo, tras ser ultimada por su pareja en Guaricanos, quien también se quitó la vida.

El caso ha dejado a la familia de Rosa María devastada, mientras luchan por entender el horror ocurrido y claman por justicia.

Según los familiares de la víctima, el agresor, identificado como Luis Alberto, tuvo una relación corta con Rosa María.

Sin embargo, en ese período, su comportamiento se tornó posesivo y violento, llegando a un desenlace fatal.

La hermana de Rosa María, Francisca Polanco, expresó su dolor ante la tragedia y, visiblemente afectada, dijo a los medios: "No fue una perra que mataron".

Estas palabras, cargadas de rabia y tristeza, sorprendieron a la opinión pública, reflejando el impacto que este acto de violencia ha tenido en la familia.

El tío de Rosa María no ocultó su indignación y calificó al agresor como un animal, añadiendo que la forma en que se comportó, culminando en la tragedia, lo hacía parecer "diabólico".

Para ellos, el asesinato de Rosa María no solo fue un acto de violencia física, sino también una manifestación del control extremo que el agresor ejercía sobre ella.

El hermano del atacante, por su parte, negó las acusaciones de amenaza con un arma de fuego contra la familia de la víctima.

Según él, el arma fue tomada por un niño en el lugar de los hechos, y afirmó que no había pruebas que respaldaran las alegaciones.

Sin embargo, esta declaración ha generado aún más incertidumbre en torno a los eventos ocurridos.

El caso ha levantado un fuerte clamor social por el aumento de la violencia de género y el control abusivo en relaciones amorosas.

Los familiares de Rosa María continúan exigiendo justicia y que el agresor, incluso en su muerte, no quede impune. El miedo y la angustia se siguen apoderando de aquellos que conocieron y amaron a Rosa María, mientras las autoridades continúan con las investigaciones.

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